Cada año los grandes laboratorios farmacéuticos gastan millones de euros en “estudios observacionales”. ¿Su principio? Remunerar a unos médicos para que transmitan a estos mismos laboratorios datos concernientes a los efectos de los medicamentos prescritos a sus pacientes. Problema: a veces no está clara la frontera entre unos objetivos científicos encomiables y unas prácticas comerciales cuyo objetivo es garantizar que los médicos concernidos prescriban sus producto.
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