La relación sin más entre PIB y bienestar es uno de los grandes fraudes de la economía. Un fraude cuya primera víctima es el propio PIB, si se me permite. Y ello porque el PIB, que es un indicador económico relativamente nuevo, no se creó con la finalidad de medir el bienestar, sino con la intención de conocer la situación de la economía de un país para poder diseñar la política económica más adecuada para alcanzar los objetivos de pleno empleo y estabilidad de precios.
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