¡Cómo ha cambiado la vida! Hoy día, guiñar un ojo, enseñar las rodillas o presentarnos a una persona del sexo opuesto son actos que no tienen nada de indecorosos, por regla general, pero hubo un tiempo en el que estos simples gestos era toda una declaración de intenciones. Y no tenemos que irnos muy atrás en la historia. Nos remontamos a la época victoriana en el Reino Unido, que transcurrió entre finales del siglo XIX y principios del XX.
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