Decoraban las casas de la alta sociedad en Nueva España. A lo largo de extensos pasillos de familias adineradas, cuadros de varios metros de largo representaban las ‘mezclas’ que se habían hecho entre las razas a partir del contacto con el Nuevo Mundo. Cada una, con un nombre diferente: mulato, criollo, castiza, entre otras categorías. Se les llamó pinturas de castas. El gusto fetichista por categorizar a las nuevas familias vino de la élite en el poder. Era una manera en la que, desde la supremacía blanca, los europeos venidos a América
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