Alérgicos al marisco que no tienen ningún problema con la salsa de ostras; supuestos celiacos a los que el gluten parece molestar sólo si está en el pan; o -dejando a lado las intolerancias- vegetarianos que parecen no tener ningún problema con las alitas de pollo. Parece un chiste, pero se trata del día a día de muchos restaurantes, según ha denunciado un cocinero, harto de que los pedidos de los comensales estén llenos de anotaciones sobre lo que, en teoría, pueden o no comer.
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