Dentro del cine mudo tres nombres brillan con luz propia: Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd. Este último, cual alquimista exitoso, encontró una fórmula, un personaje y un estilo de hacer cine que funcionaba a las mil maravillas y que supo explotar a conciencia. El hombre mosca (Safety Last!, 1923) es un claro ejemplo de esta eficacia y la obra más emblemática del actor, y que además ofrece una radiografía social sorprendentemente actual, caricaturizando una sociedad de consumo efervescente y sus tecnologías, publicidad y medios.
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