Localizar barcos modernos perdidos en el mar puede ser una tarea hercúlea incluso con tecnologías de radar, sonar y satélite. Pero encontrar un pecio milenario resulta todavía más complicado. Es como buscar una aguja de madera en un pajar, solo que parte de la aguja se ha podrido. Pero los arqueólogos submarinos no cejan en su empeño, porque dar con uno de estos pecios sería acceder a un rico tesoro de conocimientos sobre los navegantes de la antigüedad.
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