El despilfarro sin control de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia fue mucho más allá de los 15,5 millones de euros que la cúpula de ambas entidades desvió para su uso privado entre 2003 y 2012. Al menos una docena de chóferes al servicio de los directivos y consejeros del banco rescatado también disponían de tarjetas opacas al fisco, registradas a su nombre, para cubrir los caprichos extra de sus jefes.
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