Sri Lanka, donde se impuso un segundo estado de emergencia después de la paralizante huelga por la deuda externa y la crisis económica generalizada, con el primer ministro Mahinda Rajapaksa finalmente obligado a dimitir, ha visto a China jugar un juego astuto durante años. Pekín no solo quiere obtener una ventaja estratégica en la nación insular, sino también mantener su economía como rehén
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