Subieron al viejo Ford blanco y amarillo donde Linda advirtió un par de tenazas y un revólver de cañón largo en el asiento trasero. Cuando estaban a punto de marcharse, Charles Manson se interpuso delante del cochey gritó que esperasen, resplandeciendo como un ángel bajo los chorros de los faros. Se asomó por la ventanilla del copiloto: “Dejad una señal. Ya sabéis qué escribir, chicas. Algo diabólico”.
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