En contra de lo que dice la vicepresidenta del Gobierno, la democracia no ha muerto, ni en Cataluña ni el resto de España. Ahora bien, sí ha mostrado sus limitaciones y su baja calidad. Ante una propuesta tan importante como la que plantean hace meses las instituciones catalanas, la reacción del Gobierno ha consistido en puro cerrilismo, entendiendo la Constitución y el Estado de Derecho como si fuera la cachiporra que utiliza la policía para disolver una concentración.
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