La invasión de las terrazas tiene, además del ruido y la ocupación del espacio público, otra consecuencia: el abandono. Hosteleros desaparecen y dejan el mobiliario y las estructuras de veladores tirados en la calle y a veces tardan años en ser recogidos. El Ayuntamiento contrata empresas para estas retiradas y le gira el coste al último propietario de la terraza.
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