Corría el año 1911 y el científico Thomas “Grif” Taylor lideraba un pequeño grupo de exploración en la Antártida. Este grupo era parte de la famosa Expedición Terra Nova, que acabó en tragedia cuando su líder, Robert Falcon Scott, y todos los que iban con él, murieron en el viaje de regreso desde el Polo Sur. Se encontraba explorando el glaciar cuando de repente halló ante él un espectáculo tan fascinante como aterrador: de un pequeño hueco manaba lentamente un líquido rojizo que teñía de un intenso carmesí el hielo de alrededor.
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