[...] Curie enviaba de vuelta a Suecia una carta enérgica y de tono firme, ejemplo de su determinación de acero. Escrito hace más de un siglo, el alegato con el que Curie defiende la separación entre la esfera profesional y personal y reivindica sus méritos académicos no ha perdido ni un ápice de vigencia. Para desencanto de Arrhenius, en diciembre de 1911 Marie se desplazó a Estocolmo junto a su hija Irène con el fin de recoger su premio. No era sin embargo la primera vez que la polaca chocaba con la miopía de la institución sueca.
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