En marzo de 1758, el rey Jorge II de Gran Bretaña recibió un inaudito regalo procedente del otro extremo del mundo: una misiva manuscrita, redactada por el monarca de Birmania, Alaungpaya, en la que le proponía ampliar las relaciones comerciales entre sus respectivos países. Pero lo realmente llamativo no era el fondo sino la forma: el documento no estaba escrito en papel; se presentaba en espectacular oro laminado, razón por la que se lo conoce como The Golden Letter, es decir, la Carta Dorada.
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