Hay premios que tienen su lustre en función de quién lo gana, lo que supone un arma de doble filo. Sea un Nobel, un Oscar o un Princesa de Asturias, de la categoría que sea, hay ausencias incomprensibles que se recuerdan mucho más que el propio palmarés del galardón. El caso de Carlos Sainz era tan flagrante que ha tenido que ver muy de cerca la frontera de los 60 años para que el autoproclamado premio más importante que se concede en España reconozca a un pionero que trasciende ya varias generaciones. Que Sito Pons lo tuviera y él no...
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