Todo comenzó hace 2 años, con el más simple de los gestos: recibir un mensaje. Un amigo le enviaba a Brent Underwood el enlace de una propiedad a la venta, preguntándole, medio en broma: "¿Quieres comprar un pueblo fantasma?". Underwood pulsó -como tantos, entre risas y un oculto ansia de cambio, hemos hecho click en aldeas gallegas abandonadas y en casas sicilianas por un euro-. Lo que vió le fascinó: "Me enamoré de la historia del lugar y, tras visitarlo, me quedé prendado también de la belleza natural que rodea la propiedad"
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