Uno de los boticarios de Pompeya, poco antes del desastre, debía ser un hombre sumamente sagaz y dotado para los negocios. Instaló su despacho de medicinas justo al lado de un lupanar, uno de los lugares más famosos y concurridos de Pompeya. Ya saben la zarandaja esa del oficio más antiguo del mundo y demás. Este famoso burdel, que no era el único del lugar, tenía dos pisos y sus paredes estaban decoradas con pinturas eróticas.
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