Berlín, por razones obvias, fue el escenario emblema de la confrontación. Pero no el único. En las Exposiciones Universales, reemprendidas a partir de Bruselas ’58, la URSS explotó hasta la saciedad la imaginería espacial: había lanzado el primer satélite, tenía el primer astronauta. Sin embargo, Nikita Jruschov, primer secretario de la URSS, recibió la puñalada de Occidente por otro flanco.
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