En la famosa película de Francis Ford Coppola El Padrino, Jack Woltz, un magnate del cine, se despierta con una cabeza de caballo sobre la cama. La mafia le había dejado un claro mensaje. En Ávila, entre los siglos V y VI, pasó algo parecido, pero nadie sabe qué se quería expresar en realidad. A tres caballos les cortaron la cabeza y a un cuarto, el más joven, le extrajeron las costillas. Luego, enterraron estos despojos junto a las primeras murallas de la ciudad con el máximo cuidado en cuatro tumbas de piedra distintas y los taparon.
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