Luis XIV, uno de los reyes más destacados de Francia y estandarte de la monarquía absolutista, se encontraba incómodo en 1686. Le había salido un bulto en el trasero que le molestaba hasta el punto de no poder sentarse. Lo que ocurrió a finales de ese año cambiaría la historia de su país, de la música y de la medicina. Sufría de una fístula anal. Gracias a las pormenorizadas crónicas de sus cortesanos sabemos que las deposiciones reales se volvieron severamente dolorosas.
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