Quizás un determinado gesto del policía marroquí a su colega español, a tan solo tres metros de distancia, anunciaba la llegada del inmigrante irregular argelino —a veces de una familia al completo— al que había que dejar entrar en Ceuta. Quizás no era el agente uniformado marroquí sino un transeúnte de la cola el que instaba con un guiño al policía español a hacer la vista gorda. Asuntos Internos, una unidad del Cuerpo Nacional de Policía, lleva meses investigando una trama de corrupción hispano-marroquí que ha permitido la entrada en Ceuta
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