La homofobia que destilan las palabras de Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada, resulta ya, además de patético, intolerable. Ese rancio sentimiento que anida en el prelado de la Diócesis de Granada lo lleva en su ADN y, de manera reiterada y pendular lo hace aflorar, cada vez que el eco de sus frecuentes polémicas se agotan. Un personaje, este de Martínez, que se parece cada vez más a Donald Trump; necesitado de focos y portadas con titulares reaccionarios y con un discurso ultra que raya con el odio a las mujeres y al mundo gay.
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