Un Estado que, sin ningún motivo real, denuncia un acuerdo internacional de desarme que negoció durante mucho tiempo, ¿puede a continuación proferir una amenaza de agresión militar a otro Estado signatario? ¿Puede ordenar a los demás países que se alineen con sus posiciones caprichosas y bélicas porque, en caso contrario, también sufrirán sanciones exorbitantes? Cuando se trata de Estados Unidos, la respuesta es “sí”. En resumen, carece totalmente de utilidad perder el tiempo estudiando las razones esgrimidas por la Casa Blanca para justificar
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