James Fata pasó de los analgésicos a la heroína con una facilidad pasmosa. El joven, de veinticuatro años de edad, viajó a Florida para quitarse la adicción a las píldoras de opiáceos; pero rehabilitarse en la capital estadounidense de las recetas no es tan sencillo y, cuando el Gobierno del Estado redujo el suministro de píldoras, Fata llenó el vacío con el producto que estaba más a mano: la heroína.
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