De la misma manera que hay frutas y plantas cuya procedencia se sabe con seguridad, el caso de la fresa es un poco especial. No sólo por el hecho de que no fuera exclusiva de un continente sino también porque la variedad que consumimos actualmente es una muy concreta y porque su introducción en Europa no correspondió a quienes se cree tradicionalmente. La tradición, debidamente publicitada, atribuye a los anglosajones la introducción de la fresa en Europa por iniciativa de los colonos de Virginia en el siglo XIX.
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