No consigo entender la indignidad y la torpeza de las autoridades públicas de Madrid. O peor aún: lo entiendo demasiado bien y Almudena siempre lo supo. Mientras despedíamos a uno de los nombres absolutamente imprescindibles de la literatura, el alcalde de esta ciudad daba saltitos cruzando un río y la presidenta autonómica inauguraba un Belén. Y estas dos imágenes, créanme, resumen el problema más grave de España: hay una parte muy relevante de la representación política que no termina de asumir lo que significa vivir en democracia.
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