Lo que más admira de los autos de García Castellón es su lógica, su discurrir intelectual y su coherencia a la hora de armar en lenguaje jurídico lo que aparentan ser objetivos irrenunciables. Que mirar de quién es el móvil que dicen que era de Rajoy es una imbecilidad y una malicia, pero que se nos iba a ir a Escocia a investigar una tarjeta dañada sobre la que la propietaria no establecía ninguna queja. No lo digo yo, sino el Tribunal Supremo sobre su forma de discurrir.
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