La lengua gallega está atrapada en una paradoja. Tras resistir a 40 años de marginación y desprecio durante la dictadura, encara una preocupante crisis cuatro décadas después de que la democracia le abriera las puertas de la escuela y las instituciones. Familias, profesorado e instituciones culpan de la pérdida de hablantes a prejuicios y restricciones en la escuela y el mundo digital.
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