Roberto Miguel no puede más. Conejos, corzos y jabalíes campan a sus anchas por los cultivos de La Rioja Baja “sin que la Administración mueva un dedo”. Este agricultor queleño, desesperado y harto, se ha visto obligado a arrancar una hectárea y media de árboles frutales, entre ellos mil cerezos, así como doscientos árboles más distribuidos por sus fincas. “Ni los protectores ni las vallas los frenan. Esto es una plaga aunque la Administración lo niegue”, resalta.
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