Los romanos consideraban que ciertos alimentos tenían propiedades afrodisíacas, sobre todo los que tenían forma de órgano sexual, porque era una señal dejada por los dioses: ostras, huevos, espárragos… La lista de los afrodisíacos para los romanos es muy larga: ajo, menta, miel, ortiga, pimienta, piñones, recula, langosta, ostras, moluscos… Pero también empleaban amuletos, excrementos animales y otras sustancias.
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