"Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo, y el resto de sus accionistas, se ríen de la lucha que desde antaño la mujer desarrolla en pos de la igualdad real... El sindicalismo es una actividad perseguida y penalizada. El miedo a ser despedidas, trasladadas a otros centros lejos de casa, cargadas con las más ingratas tareas o confinadas a oscuros almacenes hace que las compañeras aguanten lo que se les eche sin abrir la boca, emitiendo sus quejas en susurros y mirando a ambos lados antes de hablar".
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