En las dos páginas centrales de la revista Guai! Francisco Ibáñez fue más efusivo que nunca y presentó un mosaico con todos sus delirios. En la actualidad, hay quien critica su humor, pero en aquel edificio partido por la mitad había chistes para todos los gustos. Desde humor absurdo atemporal, a gags que era impensables que fuesen destinados a niños como los que protagonizaban los drogadictos de la azotea o el ladrón que a veces era terrorista, y otros que, efectivamente, tenían un punto homófobo o machista si se miran con los ojos de hoy
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