He decidido empezar a escribir una serie de pequeños apuntes sobre conceptos jurídicos sobre los que leemos o hablamos a menudo. Intentaré ser regular en la publicación y así proporcionaros un medio para entender o hablar, a los que seáis profanos en el tema, con más propiedad. Poco gozo mayor hay que corregir a tu cuñado en la cena de Navidad y esa es la aspiración vital definitiva de cualquier meneante que se precie. Y a los juristas que lean esto, es un artículo divulgativo y no pretendo enfangarme en discusiones doctrinales; así que disculpad por las imprecisiones e inexactitudes que pueda plasmar.
Parece ya, casi, una frase hecha: “Te voy a denunciar por injurias y calumnias”. Sin embargo, son dos delitos distintos con distintos hechos motivadores y distintas penas. La diferencia básica es que la calumnia es más grave, pues supone atribuir la comisión del delito al ofendido:
a) Juan es gilipollas: Es una injuria.
b) Juan es un violador: Es una calumnia, porque violar sí que es un delito.
Ser gilipollas –a pesar de lo que piense la Audiencia Nacional- no es un delito.
Fácil, ¿verdad? No es esta, sin embargo, la única diferencia, y entra en juego el latinajo de la exceptio veritatis, que viene a decir que si pruebas la veracidad de tu afirmación, quedas exonerado.
Opera siempre, en el caso de las calumnias. Si pruebas que Juan es un violador, te libras de cualquier castigo penal por habérselo llamado.
¿Y en el caso de las injurias? Pues... la exceptio veritatis es mucho más limitada. Aunque pruebes que Juan es un puto gilipollas, contrates un Perito Gilipollístico y le hagas un análisis psicológico para determinar su cretinismo en la escala Hanlon, eso no te exime de responsabilidad.
La exceptio veritatis, en injurias, únicamente se acepta cuando hayas injuriado a “funcionarios públicos sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de infracciones administrativas”.
Ejemplo:
-Juan es un vago de mierda
-Te condeno por injurias
-Eh, que es verdad
-Me la suda
Sin embargo,
-Juan es un vago de mierda
-Te condeno por injurias
-Eh, que es verdad, y además Juan es un funcionario y es precisamente un vago en su trabajo.
-Ah, entonces te absuelvo.
Para el oído entrenado, escuchar en debates de tontulianos “Lo demandó por asesinato” o “Puso una denuncia de separación” chirría lo indecible. No, no son sinónimos. Ni de lejos. ¿Cuál es la diferencia, entonces?
Es únicamente para los procedimientos civiles, laborales y mercantiles. En la demanda pides algo para ti, por lo general. Tienes un interés directo en ello.
Una regla mnemotécnica útil es recordar que “demandar” es un sinónimo –culto y cada vez más en desuso- de “pedir”.
Pedimos que nos devuelvan el dinero, pedimos que se divorcien de nosotros, pedimos que nos den una parte de la herencia. Siempre que hablemos de esos procedimientos, hablaremos de demandas, que se deben interponer ante el órgano correspondiente. No podremos, tampoco, demandar a alguien ante la Policía. La demanda es algo privado.
Oye, abogaducho: Si me parten la cara, yo también estoy pidiendo que le castiguen y me indemnicen, así que también pides en una denuncia.
No exactamente, probo meneante. La venganza no es un derecho. Jurídicamente, no pides “para ti” que se le condene a él porque, a pesar de la satisfacción personal, no “ganas” con ello.
¿Y si le condenan a indemnizarme?
Sí y no. En estos procedimientos penales hay dos responsabilidades: la penal y la civil. Las indemnizaciones son responsabilidades civiles que, si quieres, pueden ser ventiladas en el proceso penal. Y si no quieres, puedes reservártela y pedirla, una vez termine el proceso penal, en un procedimiento civil. Y de nuevo, tendrás que iniciarlo por demanda. Puta bida.
Sólo se puede plantear en la jurisdicción penal o administrativa. Siempre que hablemos de delitos, hablaremos de denuncias o querellas, no de demandas. La denuncia es poner en conocimiento de la autoridad lo que sabemos acerca de alguna infracción. Se trata de una obligación del ciudadano y se limita a poner en conocimiento a la autoridad Por ello, se limita a procedimientos que acarrean sanción.
La denuncia tampoco obliga a la autoridad a iniciar un procedimiento por el mero hecho de presentarla.
Ojo con los titulares de “Denuncian a X por Y”. No es ni siquiera una admisión a trámite.
Una denuncia es enormemente informal –no necesitas abogado y puedes hacerla de cualquier forma, hasta por teléfono- y supone únicamente dar a conocer algo que nosotros creemos que es un delito. Por eso, aunque denuncies, eso no te convierte en parte del proceso.
Bien, tiene elementos de ambos. La querella se parece a la denuncia en que únicamente se puede plantear en el procedimiento penal. Sin embargo, no es obligatoria, y se parece a la demanda en que es un derecho, no un deber. La querella, como la demanda, es más formal, sujeta a más requisitos, porque la querella hace que te posiciones automáticamente como acusación, por eso debes que identificar al querellado, a diferencia de la denuncia. Así que, si te roban por la calle y no ves o conoces al ladrón, la querella no es para ti.
En los comentarios del artículo anterior hubo varias sugerencias o cuestiones sobre temas de actualidad que tienen su enjundia política. En un primer momento decidí incorporarlos a la serie de artículos que tenía pensado, pero creo que es mejor hacer una serie separada sobre los casos de actualidad que iré sacando poco a poco. En estos temas es jodido dejar la ideología o lo visceral al margen (poco cabrea más que según qué delitos), pero intentaré ser lo más imparcial posible para que cada uno extraiga sus conclusiones.
He recibido también sugerencias más prácticas que creo que podría incluir en otra serie en la que comentaros trucos y las capacidades y derechos que tenéis en asuntillos que os salgan en el día a día: multas, sanciones, detenciones, derechos que os asisten... Si os parece demasiada parcelación y queréis que lo incluya en el mismo tipo de artículos, con el mismo título, os haré caso.
De momento mi plan es hacer la serie de “Conceptos jurídicos básicos”, otra de “La actualidad, al derecho”, y otra de “Conoce tus derechos”. A éste me voy a meter ahora tangencialmente, comentándoos qué errores podéis cometer en el juzgado o antes, con los abogados, y qué puntos pueden causar una buena impresión favorable al juez, ya seáis testigos o parte.
Cuando el ciudadano particular no familiarizado con el mundillo acude por primera vez a un juicio, se sorprende de cojones. El abogado no pasea. No hay discursos épicos ni retóricas preguntas. Por lo general, el abogado lee (lo cual es un error, pero en el derecho a la práctica le encanta sodomizar a la teoría). El juez no tiene un mazo, no grita “Orden, orden”, no hay un ordenanza armado, no se jura sobra la Biblia, ni testigos ni acusados se sientan al lado del juez y, por lo general, el juicio es aburrido y sin pasión. Y sus Señorías no llevan peluca, lo cual me parece una pega enorme porque el cachondeo que se haría de ellos sería la hostia.
Si se me ocurre levantarme en medio del juicio, probablemente me amonestasen
Un juicio puede llegar a ser vibrante en ocasiones, humorístico en otras, en otras haber mal rollo palpable, en ocasiones las partes llegar a las manos e intervenir la Policía o Guardia Civil de la entrada… Pero, por lo general, si no sabes del tema puede parecer aburrido.
No te preocupes por el buen rollo que tenga tu abogado con el contrario. Entiendo que al cliente le pueda mosquear y personalmente intento mantener un poco las distancias antes de entrar en sala, aunque haya quedado con ese abogado hace dos noches para tomar unas copas porque lo conozco de primero de carrera. En los partidos judiciales o ciudades pequeñas, este mundillo termina siendo endogámico y nos acabamos conociendo casi todos. Eso no quiere decir que en el juicio no defiendas lo tuyo con uñas y dientes: al fin y al cabo, te debes a quien te paga.
Los abogados estamos sujetos a un código deontológico que nos prohíbe una serie de cosas. Sí que es cierto que no siempre se cumple, pero los que lo vulneran reiteradamente acaban terminando un poco apestados para sus colegas. Por poner un ejemplo, se nos prohíbe ventilar en el juicio las negociaciones que hayamos tenido con el otro abogado (lo cual yo intento siempre). Sí, te la pueden jugar una vez, pero la próxima ya no te fías y eso acaba repercutiendo en su contra. Así que nos preocupéis porque hayamos sido demasiado “blandos”: a veces estamos sujetos a unas normas de buena fe que no conocéis.
Los abogados somos conscientes de estas cosas y, a veces, os engañamos como a pardillos. Sí, habéis leído bien. Por lo general, las formas de un abogado cambian si su cliente está en el juicio. Creedme: Casi siempre se dice de más, y casi nunca se dice de menos. Es muy, muy difícil que el juez te preste atención durante varios minutos. Aunque te mire, sabes que pone los ojos vidriosos y estará pensando en qué hay de comer. Así que un buen abogado es ameno y, sobre todo, breve.
Sin embargo, con el cliente delante, y como estamos muy hartos del reproche, nos ponemos nuestras mejores galas de Cicerón y echamos una chapa con unas ganas y pasión que sale el cliente más contento que unas castañuelas aunque, en el fondo, sabemos que eso ha sido peor que nuestro discurso inicial. Y eso es lo que os gusta de nosotros, y lo sabéis: que le echemos cojones. De hecho, siempre ha sido mi principal baza, aunque en mi caso es real y auténtico. Siempre recordaré la frase que me dijo un veterano en mi primer trabajo: “Los abogados somos hooligans. Tu cliente es como el equipo de tu ciudad: sabes que ni de coña es mejor que el Madrid pero te pegas con quien diga lo contrario”.
Un buen abogado es como un hooligan.
Breve anécdota: En mi ciudad había un abogado realmente malo. Era un plasta, aburrido hasta decir basta, con frases manidas y grandilocuentes y discursos interminables. Solía perder, pero cuando le llegaba la sentencia, fuese lo que fuese (una chorrada por una planta en las zonas comunes, vaya) decía: “¡Llegaremos hasta Estrasburgo, señora! ¡Hasta el Tribunal Internacional!” ¿Sus clientes? Salían encantados y emocionados.
Creednos: Un buen abogado es breve y conciso. Dispara las ideas bien articuladas para que el juez, con un par de mascadas, crea que ha sido idea suya. ¿Recordáis la película Origen? La gente rechaza las ideas formadas. Un abogado bueno hace un “inception” en la mente del juez. No os preocupéis si el abogado ha sido breve. Su discurso lo recordarán mejor. Y si no ha dicho algo… suele ser porque es mejor no haberlo dicho.
Es inevitable: ante las preguntas de las partes o del juez las miradas se desvían al abogado: “¿Y ahora qué digo?”. Tenemos terminantemente prohibido indicaros nada. Si lo hacemos, la pregunta incluso puede ser anulada. Dependiendo de lo tajante que sea el juez, incluso preguntas “¿No vio usted a este señor?” puede ser retirada por inductiva.
No te cabrees tampoco con el otro abogado ni mucho menos con el juez. Sí, hace preguntas jodidas y a veces van con segundas, pero es su trabajo. La mejor forma de responder es con sinceridad y una suave retranca. No os paséis de graciosos, pero la ironía educada es lo que más puede desarmar a alguien.
(En un juicio en el que un hombre y su amante denunciaban a un chaval por pegarles por la calle)
(Abogado defensor): Si las lesiones eran tan severas, ¿por qué no fue con su acompañante al hospital?
(Denunciante): Porque mi mujer es enfermera y tenía turno, y si le aparezco a las dos de la mañana con una chavala, estaría usted defendiendo a una acusada de homicidio.
(Risas del juez y del fiscal)
Cread una historia paralela: en la anécdota que acabo de contar, no sé si es verdad o mentira que su mujer era enfermera, pero fue algo gracioso, creíble, lógico y pareció espontáneo. Y descolocó tanto al otro abogado que no siguió por esa línea argumental y era, francamente, la mejor.
No alcéis la voz, no intentéis hacer reír a la gente, intentad ser claros y ateneos a las instrucciones de vuestro abogado. Por Dios, nunca contradigáis de viva voz ni pongáis caras, ni neguéis con la cabeza, cuando la otra parte o un testigo está mintiendo en el tribunal, por mucho que os lo pida el cuerpo, porque quedaréis francamente mal. Sed honestos con el “no lo sé”. Tampoco os paséis de melodramáticos: una lagrimilla falsa puede invalidar todo un testimonio.
Sin embargo, si os entran ganas de llorar, llorad con ganas.
Todo el mundo se pone nervioso en un juicio. Bueno, tal vez el procurador no, que desde que tienen el Candy Crush instalado se pasa el asunto por el forrete. Y quien más calma tiene es quien más veces ha estado en juicios, lo cual puede ser bueno o malo.
Dejad que me explique: Hay “viejos conocidos” en cada juzgado. Por lo general, heroinómanos, vagabundos, alcohólicos… Gente que está más curtida que un abogado con los huevos blancos y se conocen al dedillo el proceso, y se lo toman con una tranquilidad que ya quisiera yo. Así que, si estáis nerviosos y sois acusados o demandados, no va a dar mala impresión. Al contrario: revela lo impactante que os parece todo.
El segundo despacho en el que estuve llevaba a un chaval, un granujilla de cojones, ante el cual uno no sabía si reírse o darle una hostia. Un Lazarillo de porrito mañanero y piercing en la ceja. El tío se tomaba los asuntos con una tranquilidad bestial, y antes de entrar al juzgado se fumaba un piti contigo en la puerta. Pero al entrar en sala… se mordía las uñas, se balanceaba adelante y atrás, fingía tartamudeo, meneaba la pierna y se secaba un sudor inexistente de la frente. La viva imagen de un chavalito acojonado que ya con el susto había aprendido la lección. Y creedme: le funcionaba.
Así que, seáis culpables o no, demandados o no con razón, si estáis nerviosos, tranquilizaos. O no os tranquilicéis, vaya, que es lo que os intento decir.
Tenemos un problema con vosotros, hijos: Nosotros no podemos hacer ver al juez lo fuerte que fueron los insultos que os dijeron si vosotros, cuando os preguntamos, decís: “Me dijo que mi madre era una meretriz y que haría deposiciones sobre los miembros de mi familia han fenecido”.
Es normal: estás en un edificio muy elegante, delante de señores y señoras serios y trajeados, y decir palabras malsonantes nos parece una falta de educación. Pero no, hostia. Si se cagan en vuestra puta madre, si os dicen que os van a dejar el ojete como un plato sopero, sobreponeos a la vergüenza y soltadlo todo.
Aún me queda por ver la primera pelea en la que ambos suelten "maldiciones"
Si no me creéis, mirad sentencias de cualquier juzgado: Se recoge palabra por palabra todo taco cuando es necesario. No digáis “Profirió insultos contra mí”. No “Me dijo palabras malsonantes”. Decid todas y cada una de esas cosas y no os cortéis un pelo. La verdad es la verdad. Entre "Rayos, sois un poco estulto" y "Joder, eres un subnormal" hay una sentencia condenatoria de distancia. Lo cual me recuerda al siguiente punto, que es delicado…
Recientemente saltó una polémica sobre una jueza que, ante una denunciante de agresiones sexuales, le preguntó si “había cerrado bien las piernas”. Saltó la pregunta a la palestra como una forma de machismo y, aunque si bien es cierto que no está planteada de forma delicada, hay preguntas peores y necesarias.
Espero que jamás tengáis que usar este consejo, meneantes y meneantas, pero si alguna vez declaráis como víctima de abusos o agresiones sexuales… por duro que sea, dad detalles. (Poco a poco se van haciendo avances para que esto sea cada vez menos traumático, pero sigue siendo imperfecto). Os podemos preguntar si el pene se introdujo en el ano o en la vagina del todo, o si sólo os rozó y se introdujo el glande, o cuántos dedos se os metió, o qué asquerosidades os dijo, o si eyaculó dentro o no. Es humillante, sí, y es duro y muy jodido y es normal romperse, pero es necesario. De esas cosas que parecen preguntadas por mero morbo dependen años y años y miles de euros de condena e indemnizaciones. Si os veis alguna vez en esa tesitura, sed fuertes y dad absolutamente todos los detalles posibles. Tenéis, además, una serie de derechos para haceros el trámite más suave y que explicaré, llegado el caso.
Es obvio pero tenía que decirlo. En relación al punto 5, vestirse para la ocasión e impoluto revela que para ti es algo nuevo, que no sabes cómo actuar, que no estás acostumbrado y que le estás dando mucha importancia a ello. No te estás bajando al bar, no es algo tan frecuente para ti que te permita ir con la camisa sin planchar. Cuanto más interés tengas en el proceso, mayor buena presencia has de tener.
No, amigos, no tenéis que (ni debéis) pedir la venia para hablar, ni tenéis que obligatoriamente dirigiros al juez como “señoría”, como nosotros. Tampoco os vengáis arriba y empecéis a tutear. Un “señor abogado”, “señor juez” o “señor fiscal” y un tratamiento estándar de “usted” es lo mejor. Obviamente vuestro caso es importante para vosotros, pero el juez lleva toda la mañana y toda la vida escuchando asuntos similares y se tomará lo vuestro con profesionalidad, si es bueno, pero sin nada particular. Simplicidad, muchachos.
Huye de los que te digan que el caso está ganado. Si no te presta demasiada atención cuando hablas. No te preocupes si te corta en algún punto: a veces la gente se lo toma como la visita al psicólogo. Sin embargo, un buen abogado reconduce la cuestión sin sonar borde o maleducado.
Dale la oportunidad a un chaval joven: quiere hacerse un nombre y aunque no tenga experiencia, se romperá los cojones por ti de forma que no lo hará un crack de la hostia.
Pasa de los que van de tiburón: suelen ser fantasmas. Fíate, moderadamente, de recomendaciones de conocidos, pero cotéjalas con otros indicios.
Presta atención a la forma de hablar: si es entretenido para ti, lo será para el juez.
Fíate de cómo trata a los que están por debajo (pasantes, recepcionistas, subalternos): nada da mejor idea de la honradez de un hombre que la forma en cómo trata a los que están por debajo. No te cortes en preguntar si ha llevado algún caso similar.
La cantidad de documentación o pruebas que te pida al terminar la primera consulta suele ser un indicio de las ganas que le pondrá.
No te fíes de los anuncios que anuncian porcentajes altos de pleitos ganados: no tiene ningún mérito si eliges qué combates pelear.
Yo podría anunciarme como boxeador con 100% de victorias si sólo aceptase luchar contra tetrapléjicos.
Y manía personal: El hecho de que no diga tacos no quiere decir que sea malo. Pero si se caga en la puta madre del contrario hablando de tu caso, es que lo va a llevar con ganas de la hostia. Y aunque los hay, la mayoría de grandes profesionales (de todos los ámbitos) que conozco no se cortan en soltar un “joder” cuando es oportuno.
Sin duda hay muchas cosas que me dejo en el tintero. Y como lo bueno de esto es la bidireccionalidad, aprovechando el hilo, cualquier pregunta que tengáis la soltáis como campeones y las voy incorporando.
Me salgo de mi tónica habitual de artículos jurídicos. No falta mucho para el próximo, lo prometo, y cuando tenga un poco menos de trabajo volveré a la carga. Pero los abogados de despacho aprovechamos lo inhábil de agosto para ir cargando armas y entrar el uno de septiembre con fuego coordinado.
Sin embargo, quiero plantear algo rápido de escribir pero que resulta divertido debatir por la complejidad que traen. Me interesa ver la forma de razonamiento que subyace detrás de repulsiones o atracciones innatas y cómo intentamos racionalizarlo. Son situaciones que, en ocasiones, la lógica nos da una respuesta y las emociones otras. Los casos de los que hablo me causan repulsa en particular, pero me resulta muy difícil racionalizar ese asco.
Resulta un ejercicio curioso para ver qué relación creemos que debe tener la ley con la moral y con la lógica y la interrelación entre estas tres.
Have fun.
1- Dos hermanos, del sexo que sea, mayores de edad, estériles y en pleno uso de sus facultades mentales, deciden tener sexo frecuente.
2- Dos amigos, uno de los cuales se va a morir de muerte natural y sabe que el otro siempre ha tenido impulsos caníbales. Así que le da su permiso a probar su carne cuando se muera. En efecto, cuando fallece (de causas naturales) el otro amigo corta una loncha de carne de su cuerpo, la cocina de forma apropiada para eliminar cualquier patógeno y se la come.
Divido además estos dos supuestos en dos partes:
1- ¿Están bien o mal estos dos actos? ¿Por qué?
2- ¿Deberían ser legales estos dos actos? ¿Deberían ser delito?
Me pregunto cuál es la opinión de la "inteligencia colectiva" de Menéame sobre una posible revisión de la Constitución española de 1978, y cuáles son las reformas que, en caso de tener una opinión favorable a tal revisión, propondrían los usuarios.
Estoy seguro de que alguien pensará rápidamente en el artículo 1.3, bien a favor de modificarlo o de dejarlo como está, pero la Constitución es mucho más extensa de lo que a simple vista y mediante una leída superficial parece, así que quizás haya algún otro precepto que la comunidad meneante crea que se debe revisar, agregar o suprimir.
menéame