Salvador Dalí es considerado como uno de los mayores exponentes y representantes del surrealismo. Todos hemos visto en alguna ocasión su obra y todos podemos reconocer sin duda el genio del que hacía gala este famosísimo pintor. La influencia que ejerció el arte renacentista en su arte es indudable, aunque por supuesto sus talentos le llevaron a llevarlo más allá y a convertir su estilo en algo muy personal y difícil de clasificar. Era un artista multidisciplinar, lo que le llevó a probar otras artes como el cine, la escultura y la fotografía, lo que hizo que en muchas ocasiones colaborara con otros artistas, amantes de esos otros medios.
Dalí era una persona muy imaginativa, aunque también narcisista y en ocasiones irritante para la gente que le rodeaba. Su comportamiento era debido en muchas ocasiones a unas ganas tremendas de llamar la atención y de que la opinión pública se fijara en él. Esta forma de actuar era tildada por sus detractores como un mero reclamo publicitario, al que a veces daba más importancia incluso que su propia creación artística.
El pintor era un gran amante del lujo y los excesos, además de la moda oriental, lo que él mismo decía que era porque provenía de un linaje arábigo que se remontaba a la dominación árabe de la península ibérica. Toda esta amalgama de culturas y artes, unidas a su carácter y forma de ser cristalizó en un estilo muy personal y que podía parecer muy innovador en un primer momento, pero que si se estudiaba y analizaba podían verse claramente las influencias e ideas que el genio catalán había incluido en su obra.
No es de extrañar que alguien con esta capacidad de unir cosas ya existentes y transformarlas según sus propias ideas e inquietudes pudiera crear un Tarot propio que fascinara tanto a los creyentes de este arte centenario como a los que sencillamente lo admiran como otra de sus obras.