LAS GUERRAS DEL OPIO I: La dinastía Qing y el Loto Blanco

Introducción

En la primera mitad del siglo XIX, la debilidad y decadencia de la última dinastía imperial china (Qing 1644-1911) era más que evidente. En 1842 se firmará el tratado de Nanjing, que será el primero de muchos tratados descompensados en los que China deberá adaptarse a las exigencias extranjeras, concretamente europeas, con especial mención para las británicas. En este contexto de crisis y degradación permanente, la dinastía Qing acabará perdiendo el control social y territorio del país de forma definitiva en 1911. 

Esta serie de artículos se van a centrar, fundamentalmente, en las Guerras del Opio, que fueron el punto de inflexión de las relaciones sino-europeas, pero también se tratará, por encima, los antecedentes, y las consecuencias tanto inmediatas como a largo plazo que tendrán ambos conflictos. 

Precedentes

El emperador Kangxi (1662-1722) estableció las bases del que sería el apogeo económico y cultural de su dinastía, la Qing. Este período permanecerá hasta el reinado de su nieto, Qianlong, y será el momento de mayor expansión territorial y estabilidad en las fronteras chinas de toda su historia, en 1759 se alcanzarán las cotas máximas. Todo esto vendrá acompañado de prosperidad y crecimiento demográfico. 

Emperador Kangxi, el cuarto de la Dinastía Qing. Tenía cara de majo.

Fuente de la imagen: Wikipedia (sí, les estoy chorizando las fotos)

Una parte importante de esta prosperidad se explica por el próspero comercio articulado alrededor de un modelo conocido como “Sistema Cantonés”. Este perduró entre 1760 y 1842, con una balanza de pagos claramente favorable a China, recibiendo grandes cantidades de plata a cambio de porcelana, sedas bordadas, objetos de laca y té. Este último había adquirido unos niveles tan altos de consumo en Gran Bretaña que se había convertido en un producto vital para las finanzas públicas. 

A finales del XVIII, en los últimos años de Qianlong, empiezan a aparecer los primeros síntomas de debilidad: el equilibrio que había existido hasta ese momento entre tierras disponibles para el cultivo y el aumento demográfico comenzó a tambalearse provocando cierto malestar social. La necesidad de nuevas tierras provocó la deforestación de los bosques, dejando a muchas familias expuestas a los peligros de las inundaciones. Las minorías étnicas empezaron a manifestar su descontento por el proceso de asimilación e incorporación forzada al mundo chino. Adicionalmente, la corrupción generalizada llevó a abusos en forma de impuestos en el campo, etc. Es decir, se dan una serie de situaciones que poco a poco van empeorando el problema demográfico existente. Los Qing ya no tienen la fuerza necesaria para mantener una organización administrativa centralizada y dependen, cada vez más, de las élites locales sin poder abordar el problema de la corrupción. El malestar es palpable y comienzan a surgir algunas rebeliones. 

A todo esto, se ha de sumar el protagonismo que adquirió un joven manchú vinculado a la corte, llamado Heshen, que disfrutó de la confianza absoluta de Qianlong. Sus actuaciones ayudaron a dinamizar el final de la prosperidad y estabilidad: venta de títulos y cargos funcionariales, derroche de dinero desde la corte para la aristocracia manchú, contribuyó a la corrupción generalizada (las revueltas que provocaba también suponían un sobrecoste para el erario). Las finanzas estatales se van quedando cada vez con menos capacidad de maniobra, agudizando así la crisis política y económica existente. 

Las rebeliones venían provocadas por un aumento de los impuestos sobre el campesinado, esto era consecuencia de la corrupción. La primera de estas rebeliones, y una de las más importantes, fue la del Loto Blanco. Entre 1796 y 1804, la agitación reclamaba tierras para subsistir, acabar con el aumento descontrolado de impuestos, dejar de ser sujetos de las exigencias de los propietarios de las tierras dónde se veían obligados a trabajar y, fundamentalmente, terminar con la dinastía manchú (Qing), considerada extranjera y usurpadora del trono chino, para restaurarla dinastía Ming.

Máxima extensión Dinastía Qing.

Fuente de la imagen: Wikipedia, otra vez.

El movimiento se extendió rápidamente entre los diferentes sectores de la población, llegando a diversas provincias. Algunos misioneros occidentales se quedaron sorprendidos con las características del mismo, ya que se podía considerar una secta debido a su fuerte componente religioso. Este fue un elemento necesario para obtener más seguidores. 

El gobierno imperial necesitó mano dura para acabar con los rebeldes. Pero la secta del Lotus Blanco continuó a lo largo del siglo XIX camuflada bajo denominaciones diferentes, por ejemplo, la secta de los Ocho Trigramas(1), que en 1813, aprovechando la ausencia del emperador y con la ayuda de los eunucos, lograron entrar en el Palacio Imperial. Pese a ello, fueron derrotados. También la de las Cinco Banderas, que entre 1861 y 1863 protagonizaron levantamientos antimanchúes en Shandong y Henan. 

Cabe destacar los factores externos en toda esta problemática, de los que hablaremos en los siguientes artículos: se da una intrusión cada vez más agresiva e insistente por parte de las potencias extranjeras (occidentales). Para la dinastía Qing, las derrotas en las guerras del Opio supondrán una gran debacle. Sin embargo, no todos sus problemas serán con occidente, antes de su desaparición los Qing deberán enfrentarse a una guerra contra Japón en la que vivirán una gran derrota. Todos Los emperadores irán heredando los problemas y la situación de crisis de sus predecesores, y ninguno de ellos será capaz de frenar este declive hasta su desaparición final en 1911. 

(1)Pa kua o Ba gua es un símbolo chino octogonal con un Ying-Yang en el centro y ocho agrupaciones de tres líneas paralelas alrededor de éstas, algunas seguidas y otras discontinuas, que representa las leyes del universo según la cultura china. Abajo un ejemplo:

Pa Kua o Ba gua, los Ocho Trigramas.

Fuente imagen: adivina, jajajaja. Sí, wikipedia.

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