En esta obra, el autor aborda con claridad y profundidad uno de los problemas más persistentes y destructivos de la historia humana: el antisemitismo. Dividido en tres secciones fundamentales, el libro ofrece una guía tanto educativa como reflexiva para aquellos que buscan erradicar esta forma de odio y prejuicio.
La gran novedad del autor es que distingue entre el antisemitismo clásico y el antisemitismo actual. Mientras que el primero lo ha sufrido históricamente el pueblo judío, el segundo lo padece el actual gobierno de Israel.
La primera parte del libro actúa como una lección de historia, explorando las raíces del antisemitismo. El clásico se define como una hostilidad, prejuicio o discriminación contra los judíos como grupo o como individuos. El autor analiza cómo este fenómeno ha evolucionado desde la antigüedad, siendo alimentado por mitos y falsas creencias, como el concepto de los «asesinos de Cristo» en la Edad Media, hasta las teorías de conspiración modernas. Esta sección proporciona un análisis detallado de cómo las ideologías antisemitas han sido manipuladas por gobiernos y movimientos políticos a lo largo de los siglos para consolidar su poder y justificar distintas atrocidades.
Por contra, el antisemitismo actual se dirige contra las humanitarias políticas del gobierno israelí y sus razonables prácticas bélicas. Se materializa en la crítica constante del asesinato, la tortura, la violación y otras muchas prácticas realizadas por el gobierno israelí, obviando su total legitimidad.
Para argumentar la legitimidad de las acciones del gobierno sionista, Hitmann despliega una panoplia de argumentos a cuál más convincente. Podemos mencionar algunos de ellos.
El autor nos refresca las teorías totalmente acientíficas que utilizaba el Tercer Reich para sostener que la supuesta raza aria era superior a las demás y que, en consecuencia, era el pueblo legitimado para acabar, cual mano justiciera darwinista, con otras etnias, comenzando por los judíos. Frente a esta intolerable mentira, Hitmann nos revela cuál es el verdadero pueblo elegido y también cuál es la fuente de ese conocimiento: frente a las alocadas teorías sin base científica del nacionalsocialismo, podemos encontrar las sólidas bases de la teoría sionista, respaldada por la verdadera ciencia, que es la religión.
Haciendo gala de una erudición casi infinita, Benjamin nos obsequia con toda una teoría historiográfica basada en la comúnmente aceptada norma de que la fuerza es derecho, axioma de su escuela de pensamiento. Partiendo de esta premisa, repasa toda la historia del actual estado israelí, recordando cada una de sus victorias contra sus enemigos internos y externos, así como el aplastamiento sistemático de la resistencia palestina y de cualquiera de sus imprudentes aliados. Bajo ese alud de datos, el lector no puede más que dar la razón a Hitmann cuando afirma que, puesto que el fuerte tiene derecho a someter al débil, como cualquier persona sensata sostiene, está claro a quién asiste dicho derecho en Oriente Medio.
Finalmente, como colofón a esta magna obra, el autor cumple lo prometido y traza un programa de entrenamiento mental, a modo de libro de autoayuda, para eliminar el vicio antisemita de la psique del lector, de modo que se evite el intolerable error de condenar continuamente las violaciones de los Derechos Humanos por parte de Israel.
Para ello, haciendo gala de ser un auténtico hombre del Renacimiento, Hitmann utiliza principios de la filosofía clásica. Propone una adaptación de los principios del estoicismo, basados en la idea de que no debemos preocuparnos por aquello que no podemos cambiar. Puesto que no podemos hacer nada respecto a la impunidad con la que actúa el gobierno israelí, hagamos como nos aconsejaría el mismísimo Marco Aurelio y simplemente pensemos en otra cosa. También utiliza herramientas del utilitarismo filosófico, comenzando por el mismísimo Jeremy Bentham, quien nos insta a enfocarnos en aquellas actividades vitales que son realmente útiles. Los activistas antisemitas que critican los bombardeos, los asesinatos, las torturas o el expolio practicado por los sionistas nunca han conseguido ningún resultado, así que ¿por qué malgastar nuestro valioso tiempo vital en ser tan antisemita?
En conclusión, Deje de ser antisemita en tres semanas es una obra crucial para aquellos que buscan comprender las raíces del antisemitismo y, más importante aún, cómo combatirlo en su vida diaria. El libro no solo informa, sino que también ofrece herramientas prácticas para cambiar la mentalidad de aquellos que han caído en las trampas del odio y los prejuicios. A todo ello, el autor añade golpes de humor que hacen la lectura más ligera, como cuando concluye «seamos sinceros, al fin y al cabo, ¿a quién le agradan los moros?», o el no menos hilarante «si hasta la ONU es antisemita, ¿cómo no va a estar usted también infectado?».
El libro está patrocinado por la editorial Mossad, pero solo está disponible en formato electrónico, en consonancia con su política de fomento del uso de los aparatos electrónicos con batería.
Hay armas de muchos tipos, y no todas son igualmente visibles. En esta última interacción en Menéame quiero escribiros sobre una ellas.
Hace unos días recibí un strike por "incitación al odio" en relación al hilo www.meneame.net/c/27182829 de la noticia www.meneame.net/story/vox-aparta-minuto-silencio-beatriz-victima-999 en la que intervine dos veces.
Un meneante estaba en contra de que hubiera muertos de primera o de segunda clase -en relación a hacer minutos de silencio por las mujeres y no por los hombres-. Además venía a preguntarse si era lógico usar la cifra de asesinadas desde 2003. Mi respuesta fue en la misma línea:
#1 Lo hacen así porque si dan la cifra de muertas cada año, la gente acabaría viendo que el número es el mismo cada año aprox. desde el 2004, cuando se aprobó la LIVG. Es decir, que la ley no sirve para bajar los asesinatos. Por eso ahora optan por dar un número de significado absurdo y que sea lo más grande posible.
En ella se cuestiona la eficacia de la LIVG (Ley Integral de Violencia de Género) y el interés en mostrar los datos de un determinado modo, para encubrir, en mi opinión, la ineficacia de la ley. Es evidente que, al margen de que se esté o no de acuerdo, en ningún caso hay insultos ni incitación a odio a nadie ni a nada. La crítica a la ineficacia de una ley y a cómo actúan los medios de comunicación en todo tipo de contextos es algo habitual, en Menéame y en todos sitios, sin que eso tenga ninguna relación con el odio.
Mi comentario recibió algunas respuestas, como
#4 Lo de que justo se cumpla la víctima número 1000 desde que se contabilizan las muertes por violencia de género no te entra en la cabeza, no?
a la que respondí:
#11 Por ejemplo, noticias del 2018:
www.publico.es/sociedad/violencia-machista/950-mujeres-asesinadas-viol
www.publico.es/servicios/violencia-machista-975-mujeres-asesinadas-par
www.20minutos.es/noticia/3500650/0/violencia-machista-espana-cifras-mu
Supongo que ahí lo que se cumplía era el número 950, luego el 975, el 973... Son todos números muy redondos. Dignos de una portada.
En efecto, el meneante del comentario sobre el número 1000 argumenta que la cifra de 999 ó 1000 es redonda y que es esa la razón de utilizarla ahora y no en otro momento. Añade algo que roza lo insultante, ya que en la última frase me llama "tonto" de manera sutil (no te entra en la cabeza, no?). Sin embargo, no entro al trapo. Todos podemos calentarnos o estar susceptibles, o que alguien comente sobre un tema que nos afecte en lo personal y necesitemos hacer un amago de ad hominem. En cualquier caso, esto se acepta como parte del debate, siempre que no se transforme en un insulto más directo o no pueda reconducirse.
En pocos segundos, encontré hasta tres enlaces a noticias del año pasado que usaban las cifras de "950", "973" y "975" para sus titulares, de modo que pude responder con esos contraejemplos. Entonces, no parecía que lo importante fuera la redondez del número. Parece que hay una tendencia en querer dar la cifra total de todo el período contabilizado, con el consiguiente impacto demagógico que eso tiene en el lectores. Digo demagógico porque la demagogia consiste en eso: en ir a los sentimiento y no a la razón. Un número grande hace parecer que un problema es grande. Un porcentaje pequeño lo hace parecer menos grave. Aunque el número grande y el porcentaje pequeño se refieran a la misma realidad. No entro aquí en lo absurdo de dar valores absolutos y no porcentajes, para no extenderme. En realidad, ese hubiera sido un buen debate relacionado.
Mi respuesta es algo irónica, ya que afirmo que esos deben ser también números redondos y que por eso los usaron en los titulares. Bien, ahí acaba mi intervención en esa noticia.
Eso es todo.
Cuestionar una ley. Debate. Ironía. Crítica. Contraargumentos.
¿En qué momento los administradores de Menéame decidieron que algo así es "odio" y merece la censura inmediata? ¿A qué intereses sirven cuando actúan de ese modo? Y si no sirven a ningún interés externo, ¿es fruto de un sesgo personal?
Tuve algún otro strike en el pasado, inexplicable. En su momento, envié un email solicitando algún tipo de explicación y pedí que me dejaran claro sobre qué temas se podía o no hacer crítica y dónde estaba el límite porque, realmente, no veía un criterio objetivo. Algunos comentarios claramente insultantes no eran castigados, y otros que se mantenían en lo crítico, sí lo eran. No recibí ninguna respuesta. A punto estuve de escribir algún artículo como este denunciando la situación. Pero continué y pensé que un error lo tiene cualquiera, yo, otro meneante, o un admin, así que intenté no darle demasiado importancia. Más tarde, leí denuncias de otros meneantes que se quejaban de strikes similares. Tampoco entendí la causa de aquellos trikes. Alguno de los afectados, harto de arbitrariedad, anunciaba su salida de Menéame y apelaba a su falta de libertad de expresión. Ahora lo comprendo.
Mi conclusión es que no se trata de la forma, sino del fondo. Hay un auténtico problema ideológico en todo lo referente a la LIVG, la ideología de género y el feminismo corporativo.
Parece ser un tema que no admite el mismo nivel de crítica o de ironía que sí se admite en otros. El sesgo ideológico de algunos administradores pasa por encima de mantener un criterio objetivo de decidir qué es y qué no es "odio". Pero cuando lo que no te gusta lo consideras "odio" haces un ataque directo a la libertad de expresión y en definitiva al debate. No beneficias a nadie, ni siquiera a los tuyos, ni siquiera a los que sirves, ya que los condenas a su propio dogmatismo. Cuando no se permite decir lo que la gente tiene que decir se incide, en última instancia, en lo que puede o no puede pensar. Creo que los administradores no son conscientes del grave daño que causan a lo que pretende ser Menéame. Y tal vez esa es una cuestión interesante: ¿qué pretende ser Menéame?
Así las cosas, los meneantes entienden que determinadas cosas no pueden decirse, o bien se hartan y se van, o bien las evitan. La censura se convierte en autocensura. El strike, usado de ese modo, pierde su sentido como sanción normativa porque ya ha cumplido su función. El strike se convierte en un arma ideológica.
Buena suerte a todos. Gracias a los que habéis polemizado conmigo y a los que no. Me he reído mucho y he disfrutado de vuestro ingenio. Sigue tan rápido, JavierB.
Tened cuidado con alimentar a la censura, con asumirla o con mirar a otro lado, tanto si os afecta directamente como si no. Si se alimenta demasiado a esa bestia para que nos proteja, llegará el día en que habrá crecido tanto que también vendrá a por nosotros.
Ese día, nadie estará a salvo.
Arde Menéame. Pavor e indignación causó entre los meneantes el peor anuncio para los comentaristas profesionales: ya no se podrá comentar sin haber hecho clic en el link. Un usuario, que quiso mantener el anonimato, dijo "sin dudas es el fin del sitio". "Se viene una soledad más grande que una partícula de grafeno en el vacío" comentó otro. Los administadores no quisieron hacer declaraciones mientras no aparezcan más noticias de nuevos elementos descubiertos, para opacar el tema.
menéame