En la Europa del siglo XVII, los médicos que atendían a las víctimas de peste vestían con un traje que desde entonces tiene matices siniestros. Se cubrían de pies a cabeza y llevaban una máscara con un largo pico como de pájaro. La razón tras estas máscaras puntiagudas era una idea equivocada sobre la naturaleza misma de la enfermedad.