Un anciano se sienta en el banco de la marquesina. No entiende de dónde viene el frío, aunque lo agradece. “Señor, si le da a este botón estará usted mucho mejor”, indica el conductor a su compañero de marquesina, que no se había percatado de la existencia del pulsador. Como a este hombre, le sucede lo mismo a varias personas. No existe ningún tipo de indicador ni de cartel que señale la función de esta marquesina. Hay que pararse a mirar detenidamente para encontrar el botón. Al pulsarlo, ocurre la magia