El padre Karras camina con gesto adusto por una calle de Nueva York. Parece un lugar abandonado por el resto de la ciudad. Apenas pasan coches, y unos niños han tomado la calle, y la hacen suya con sus juegos. Hay un coche mal aparcado, con las dos puertas abiertas. En una y otra acera hay una larga ristra de contenedores de basura, abollados la mayoría, y pintados sin una intención artística o simbólica. Excepto uno, sobre el que un spray dibuja el símbolo de la paz. Su función no está clara, viendo los desperdicios desperdigados por el suelo.