William Kidd ha inspirado las más truculentas historias de piratas. Su muerte en la horca arrojó sobre su memoria puñados de desdén y estiércol. Pero, en realidad, el capitán Kidd no surcó los mares en busca de fama y tesoros, sino que se puso al servicio de una corona traicionera que, cuando le convino, no vaciló en condenarlo al silencio eterno...