Hace aproximadamente un año tuvimos un gran revuelo en Estocolmo: se había detectado un submarino en el archipielago. Y por supuesto, tenía que ser un submarino ruso, no podía ser de otra manera. Estamos acostumbrados a que cazas rusos se paseen de vez en cuando por territorio sueco (y finlandés y noruego), se vuelvan para casa y luego algún gerifalte pida disculpas con media sonrisilla sardónica en la cara. Y los incidentes con submarinos rusos tienen un precedente histórico que deja a la Navy sueca en muy mal lugar.