Si el sol fuera la luz de un proyector, nosotros y el entorno que nos rodea, seríamos una proyección tridimensional holográfica. Una proyección de fotones de luz, que se concentrarían en un medio tan denso, hasta tal punto de generar materia. Una materia concentrada en cuerpos y formas limitados o definidos, por un código de programación, que nos asignaría valores de configuración, que definen nuestro comportamiento y funciones, dentro de este constructo holográfico.