Comienza la lluvia y con ella los estruendos. Uno, dos, tres estallidos, tan potentes que un foráneo podría pensar que se trata de un sonido que proviene del cielo. Los lugareños en cambio ya no se asustan, aunque sí hay algunos bastante enojados. El ruido no proviene del cielo, sino de una planta de Volkswagen en Cuautlancingo, Puebla, y en específico, de unas estructuras que sirven como cañones que apuntan hacia el cielo, dispuestos a lanzar "bombas antigranizo" al más mínimo signo de lluvia.
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