Cuando vas a la tienda y te compras un juego físico, te llevas a tu casa un CD o Bluray con el que después puedes hacer lo que quieras. Puedes prestarlo a algún amigo familiar o incluso puedes revenderlo una vez hayas terminado con él. Sin embargo, si compras una versión digital de dicho título, tus opciones se reducen: en la mayoría de casos, como en Steam y las plataformas de la nueva generación de consolas, no puedes revenderlo.
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