En un disco duro tradicional (HDD) los datos se graban sobre los platos giratorios del interior, y aunque si no los conectamos durante años perderán la información, normalmente suelen ser bastante fiables. En cambio los SSD se basan en chips de memoria, que normalmente no duran mucho si no se les aplica energía eléctrica constantemente. Aunque se han conseguido muchos avances al respecto, sigue siendo un punto en contra importante para muchos usuarios y empresas.
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