En el relato de hechos, el fiscal apunta que el becario se hizo con un programa cuya finalidad inicial era probar puertos USB contra ataques de sobrecarga pero fue adaptado y comercializado como USBKiller. Dicho programa, una vez conectado con el dispositivo que se quiere destruir, recolecta la energía de las conexiones de alimentación hasta que alcanza los 220 voltios para luego descargarla de una vez en el dispositivo, con lo que se consigue destruir la placa base de una forma muy rápida.
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