Me acomodaba en la barra y siempre pedía lo mismo, una copa de ginebra que sorbía despacio, tomando distancia entre un trago y el siguiente. Eran los años 90 y todavía se podía escuchar buena música en los garitos de entonces. Yo paraba en el Ragtime, en Malasaña, en la calle Ruiz, si mal no recuerdo. Mientras tomaba la ginebra, mi memoria se abría paso a través del humo y de la música, completando historias al compás de las canciones que salían por los altavoces. El jazz cobraba una nueva dimensión en aquel sitio.
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...como lagrimas en la lluvia y tal.
/poe