El contrato de trabajo se supone contrato consentido libremente por ambas partes. Pero se considera libremente consentido desde el momento en que la ley estatuye en el papel la igualdad de ambas partes. La fuerza que la diferente situación de clase da a una de las partes, la presión que esta fuerza ejerce sobre la otra parte, la situación económica real de ambas, todo esto no le importa a la ley. Y mientras dure el contrato de trabajo, se sigue suponiendo que las dos partes disfrutan de iguales derechos, en tanto que una y otra no renuncien a ello expresamente. Y si su situación económica concreta obliga al obrero a renunciar hasta la última apariencia de igualdad de derechos, la ley de nuevo no tiene nada que ver con ello.
Friedrich Engels - El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado