En la monotonía soporífera de lo cotidiano, invocamos, y aparece, la figura diabólica del Conde Zaroff, homicida y cazador experimental. Junto con él, habrá que imaginar también a su presa. ¿Cómo habrá de ser la presa preferida de este Conde ficticio? Se tratará de un congénere desarrapado que huye entre las zarzas. Así suelen ser los hombres-presa: huyen despavoridos de los cazahombres como Zaroff, esas gentes bien pertrechadas de armamento y sin ninguna caridad
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